Actuaciones Inquietantes (IV)
He visto la luz. Eurovisión está considerado como un festival de eso, de la luz, la fiesta, la extravagancia, el brilli brilli, el ventilador, las divas, el mariconeo y la diversión. Pues no. Cada vez estoy más convencido de que eso no es así. Y lo puedo afirmar con rotundidad gracias a esta serie de reportajes en los que describo algunas de las más inquietantes puestas en escena vistas en un escenario eurovisivo.
Hoy os propongo tres nuevas. Empecemos este recorrido por el terror y el misterio con una actuación futurista que nos llegaba allá por 1982. Los letreros que anunciaban a los cantantes, los títulos y los países ya eran dignos del más “sutil” ataque visual. Esa noche se multiplicaron por toda Europa las visitas a urgencias por alteraciones visuales, atencionales y perceptivas. Vamos, ceguera por sobredosis de colorines. Los señores organizadores de Harrogate nos deleitaron con los rótulos en diferentes colores flúor que, además, multiplicaban el nombre del título o del país hasta seis veces.
Bueno, pues entre tanto colorín, apareció el cantante turco Neco o, como rotuló la BBC, Neco Neco Neco, para interpretar Hani. Vestido de capitán de Star Trek y con un movimiento de caderas que ya quisiera tener Geno (sí, la que se equivocó al dar la vuelta), cantó muy dignamente el tema. Pero claro, esta puesta en escena no estaría en esta columna si no fuera por el coro que acompañaba al solista sobre el escenario. Cuatro personas, porque no sé decir si eran hombres o mujeres, aunque tres llevaban falda y una pantalón, vestidos como visitantes de un planeta ocioso y gozoso, una mezcla de teletubbies del futuro y miembros de la nave nodriza de V, profiriendo alaridos agudos, gallos a mansalva y repitiendo todo el rato Hani? / Where?
Demos ahora un salto de cinco años. Beatriz Pécker fue la comentarista de TVE en ese 1988 y estuvo muy acertada durante casi toda la retransmisión. Digo casi porque al final de las votaciones dijo que había ganado Luxemburgo. Pobre. Ella sabía que había ganado algo en francés, pero no sabía qué. Menos mal que no le dio por decir que la ganadora era Bélgica, que era una de sus favoritas esa noche. También erró la comentarista al decir que todos los cantantes escandinavos de esa edición iban con una melenita que no era ni larga, ni corta, ni nada. ¿Me puede explicar alguien qué eran entonces los modelos capilares de Scott Fitzgerald, Gerard Joling o Gérard Lenorman, to name just a few? De este emocionantísimo 1988 me voy a detener en analizar la representación finlandesa. A ver, queridos amigos de Suomi, una canción con el bonito título de Nauravat silmät muistetaan (Los ojos que sonríen se recuerdan) no puede ser interpretada por un perturbado mental, un señor bipolar, porque eso le quita toda la gracia. Lo mismo sonríe y mueve las manos para enfatizar el acompañamiento musical que nos mira como queriéndonos matar a todos.
En el puente musical se pone a dar vueltas sobre sí mismo mientras mueve los brazos como si estuviera en un rodeo. Por si esto fuera poco, lleva colgado del cuello un bote pequeño, como una muestra de perfume. Bueno, seguramente sería su pastillero y lo necesitaría antes y después de la actuación. Para rematar la faena aparece otro perturbado tocando la pandereta, moviéndose como un pingüino y con un pelo digno de cualquier nido de cigüeñas. ¿Os acordáis de Kurt Russell en los 80? Bueno, ¿os acordáis de Kurt Russell? Pues así. Para terminar de comentar este tema, siempre me he preguntado qué opinaría Ossi Runne de las representaciones finlandesas que él dirigió. Pobre, lo que tuvo que tragar…
Parece que las actuaciones inquietantes tienen que ser de hace bastantes años, ¿verdad? Pues no. Os traigo ahora algo fresquito, tan fresco como que es de este año. Si os digo que Eslovenia 2014 es una actuación cargada de mal rollo, muchos me diréis que me ponga una peluca, pero os invito a que veáis la actuación sin sonido. Va, os doy tres minutos. ¿Ya? ¿Sí? ¿Y ahora qué? ¿Seguís pensando lo mismo? Por si sois lo suficientemente cortos como para no verlo, os voy a ilustrar con mi sabiduría.
Pongámonos en antecedentes. Cuando salió el material fotográfico promocional de la representante eslovena en Copenhague ya parecía indicar que era rarita la muchacha.
Esta foto la hizo merecedora del mote “Nuevo mester de guarrería”, por esos pelos que vete tú a saber por dónde habían sido arrastrados. Ese dedo índice me tiene traumatizado. ¿Indica? ¿Señala? ¿Simplemente toca? Pero, si es así, ¿qué toca? Si ahí no hay agujeros que tapar. Bueno, prosigamos, porque si no me quedo sin espacio para analizar su actuación. Os he dicho ya que la veáis sin sonido. Comencemos por comentar el vestido. ¿Quién narices se viste así hoy en día? En todo caso una colombiana en su fiesta de quinceañera. Pero no para ir a Eurovisión. Yo tengo una teoría. Tinkara Kovac es la madrastra de cualquier princesa Disney, o de todas ellas. Empieza la actuación como si fuera la nueva flautista de Hamelín y, a pesar de que a veces intenta suavizar sus gestos, no puede reprimir esa mirada de “os voy a convertir a todos en miembros de mi secta”. Luego vemos a sus tres concubinas, seguidoras fieles que le ríen las gracias aunque no las tengan, vestidas de riguroso luto, porque solo la madrastra puede destacar. El suelo del escenario parece una pócima mágica y la flauta travesera el cucharón para el caldero, o el bastón de mando, o el cayado para guiar a su pueblo en su periplo por el desierto. Así van pasando los tres minutos, hasta que al final la sacerdotisa del mal nos hipnotiza con su instrumento y la plebe grita enfervorizada: “¡¡¡Jouyeah!!! ¡¡¡Te amamos, nueva emperatriz de nuestra vida, nuestra sangre y nuestro dinero!!!”.