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Actuaciones inquietantes (III)

paco-gon-arenaPaco González-Arena/

Amigos de la noche, amigos de lo desconocido, amigos de lo misterioso, amigos de lo oculto… ¿¡¿¡¿Cómo están ustedes?!?!? Vamos con una nueva entrega de actuaciones inquietantes. Para hoy, he seleccionado canciones de tres años distintos, de tres décadas distintas.

Empecemos por 1963. Ese maravillosísimo año triunfó una de las más bellas canciones que han pasado por los escenarios eurovisivos. Dansevise sigue siendo un clásico. Y siempre lo será, y siempre lo será. No sé qué me ha dado hoy por meter referencias infantiles. Bueno, vamos al lío. Inquietante resulta que todos los países nórdicos participantes en ese edición (Suecia, Noruega y Finlandia) se pusieran de acuerdo para que su “dear neighbour” Dinamarca ganara el festival. Más inquietante aún es que Noruega cambiara sus votos una vez terminadas todas las votaciones. Y, lo más espeluznante de todo, es que la UER dejara que esto ocurriera. ¿Una mano negra tal vez? Imposible, todo en Eurovisión pasa lo más estrictos controles para que nadie haga trampas. ¿Verdad, Azerbaiyán? Jajajajajajajaja, me parto.

Zetterlund

Los niños europeos que vieron su actuación en directo por televisión aún tienen pesadillas.

El bloque vikingo al completo se hizo el harakiri en pos de la victoria danesa. Un cero patatero, patatero cero, se comieron Suecia, Finlandia y Noruega. Cualquiera de esas tres representaciones sería digna de este espacio que nos ocupa. Pensad en la mirada opaca de Anita Thallaug o los guantes y la capa de tul de Laila Halme, por ejemplo. Sin embargo voy a detenerme en el tema sueco. El país de ABBA, de Carola, del schlager o de Sanna Nielsen se comió su único rosco (hasta el momento) con la canción En gang i Stockholm, con aires de jazz y excelentísimamente interpretado por Monica Zetterlund. El tema empieza como una banda sonora de peli de cine negro, acompañado por un plano de los pies de la cantante subiendo unas escaleras. La cámara asciende y descubrimos a la intérprete, su moño y su mirada perdida en el infinito, como si acabara de degollar a catorce gallinas sin inmutarse. Y va y lo primero que nos dice es “Ven conmigo”. Los niños europeos que vieron esa actuación en directo por televisión aún tienen pesadillas. El resto de la actuación es un plano fijo de la cantante mirando en lontananza con su cara de loca, como amenazando a todo el que se le ponga por delante. Yo creo que esta mujer, que tuvo una muerte muy desgraciada, tenía poderes en los ojos o algo. Eso sí, unos poderes de mierda, porque nadie la votó.

Cambiamos de década y de registro completamente. Los Países Bajos, en 1974, eran favoritos para hacerse con el triunfo en el festival. Gracias a la luz todopoderosa del universo ese año aparecieron unos jovencitos suecos y volvió una italiana espléndida para evitar que el caos se apoderara de Eurovisión. Mouth y MacNeal era el dúo holandés. Ya el apellido de él es extraño. ¿Cómo puede alguien apellidarse Boca? Bueno, cosas más raras habrá, supongo. Vestidos por su peor enemigo con retales que había por el rincón de la casita del colegio público Maestra Virginia Peláez de Alcantarilla (Murcia) y con unos pelos tan setenteros como asquerosos, estos “simpáticos” intérpretes se hicieron con el tercer puesto. La canción es resultona, a la par que pegadiza y pegajosa a partes iguales, pero hay algo en ella que pone los pelos de punta: el cacharro espantoso que sostiene uno de los músicos con unas marionetas de los propios cantantes. Espeluznante, sin duda. El señor Mouth se dedica a dar vueltas a una manivela que hace que el muñeco de MacNeal gire como una niña poseída por Satanás. Vamos, que solo le falta vomitar y soltar improperios. Y yo me pregunto: ¿¡¿Es que nadie piensa en los niños?!?

Mouth&MacNeal

Ya el apellido de él es extraño. ¿Cómo puede alguien apellidarse Boca?

Pero ahí no queda la cosa. ¿Qué me decís del teclista chino-holandés? Pelo lacio, lacio, gafas con cristales que se oscurecen al recibir luz y pantalones de campana. A vosotros, no sé, pero a mí me da pánico ese señor. Menos mal que, como castigo divino, el pelo de la muñeca de MacNeal le golpea con violencia mientras gira. ¡Toma, maldito ser endemoniado!

Voy a prepararme un café calentito porque se me está helando la sangre.

Bueno, repuesto un poco de tanto susto, paso a hablaros de la última actuación que os traigo hoy. Me duele tener que meter una canción francesa en este apartado de actuaciones inquietantes, pero la vida es así, la estoy inventando yo.

1999 fue un año extraño. La orquesta pasó a mejor vida y se implantó la libertad de idioma. Además, el televoto aún estaba en pañales y nos daba más de una sorpresa. Ese año hubo cantantes y canciones sorprendentes: Aiste y su tordo, Marlain y sus gritos histéricos típicos de niñata a la que asesinan la primera en una peli de terror, las tres sardinillas maltesas o el combinado alemán. Pero si he seleccionado el tema francés es por algo.

Nayah

Alguien creyó que Nayah era Céline Dion.

Primero, no entiendo que se necesiten cuatro personas para componer tal esperpento musical. Segundo, es incomprensible que haya cinco coristas que se limitan a decir “nananana” al final de la canción. Los chicos, al menos, chascaban los dedos. Las chicas eran unas auténticas estatuas de sal. Y tercero, no logro alcanzar a comprender cómo alguien pudo seleccionar a esa cantante. Ella es toda falsa. Su voz es falsa, su cuello de mujer jirafa es falso, sus dientes son falsos, sus piernas son falsas. La señora Nayah pensó que era Céline Dion. O, peor, alguien creyó que Nayah era Céline Dion y le compusieron este temita de letra pacifista al más puro estilo OTI. Porque, queridos amigos, si cogéis la letra y la traducís, esto podría haber representado perfectamente a Honduraaaaaassssss en el festival OTI de la canción.

El lipstick en el diente, los pelos de ñandú metidos en la boca, los collares de mercadillo, el “alright” que se marca la colega, el insoportable grito final y, sobre todo, ese pasito p’atrás de “voy a colocarme bien para gritar mourir” convierten a Je veux donner ma voix en el espantajo más monstruoso e inquietante de las participaciones francesas en Eurovisión. Eso es así.