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Lo que Malmö esconde… (I)

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Como todos los años, el Festival de Eurovisión esconde secretos y misterios que no todo el mundo conoce. Como reporteros de Olevisión y AEV, una de nuestras misiones es enterarnos de casi todo para poder contároslo con pelos y señales. Esta es la crónica de lo que no vimos en Malmö.

Los suecos han sido unos perfectos organizadores como todos imaginábamos. Su experiencia en la organización del Melodifestivalen (Mello para los «guays») ha supuesto que organizar un evento como el Festival de Eurovisión sea para ellos pan comido. El Malmö Arena, al contrario de lo que pensábamos en un principio, ha resultado un espacio suficiente y muy acogedor para albergar el Festival. A un minuto andando de la estación de tren, suponía una manera cómoda de llegar al recinto sin tener que aguantar las colas o apreturas de otros años (el tranvía en Düsseldorf, los autobuses en Oslo, etc.). Además la línea que pasaba por el Arena es la que unía Malmö con Copenhague, para mayor facilidad de uso. El día después de la primera semifinal nos acercamos a coger el tren y contemplamos sorprendidos cómo estaba el andén para volver a Malmö Central. Aquello parecía una estación del metro de Japón. De pronto, uno de nosotros dijo: «Chicos, este andén es para Copenhague». En efecto, la capital de Dinamarca está tan cerca que hubo casi más daneses en aquella semi que suecos. Nuestro andén por el contrario apenas si tenía público esperando al próximo tren.

Suiguiendo con el Arena, es importante destacar que había una muy buena infraestructura alrededor del recinto para dotarlo de todos los servicios necesarios para desempeñar su papel. La parada de tren de Hyllie, donde se encontraba el estadio, tenía además diversos bloques de oficinas, restaurantes de comida rápida y bancos, e incluso un enorme centro comercial llamado «Emporia» (Casualmente, todos los eurofans lo leían por primera vez como «Euphoria»… deformación profesional). El Emporia era enorme, con tres plantas llenas de tiendas y, por supuesto, un systembolaget o systemet (tiendas suecas en las que solo venden alcohol, ya que está prohibido en el resto de tiendas a partir de una graduación de 4,5%). Por cierto que en systemet había un cajero que hablaba español porque se había casado con una compatriota nuestra. A esas alturas ya no nos avergonzaba que nos hubiera oído decir: «uy, qué mono el cajero… tiene un poco cara de tonto… tía, coge el vodka ya y deja de dudar, pesada, si te vas a emborrachar igual». Lo cierto es que en 10 días que estuvimos en Malmö conocimos a varios españoles. Uno de ellos era un gallego que tenía una tienda de pasta artesanal. El pobre había olvidado mucho de su español y calcaba las estructuras del sueco a la hora de hablar. Era un chaval muy simpático al que preguntamos algunas frases típicas en sueco, ya que nos interesan mucho las lenguas y queremos aprender todo lo posible. Lo más gracioso fue cuando le preguntamos cómo se pedía la cuenta. Él nos dijo: «Får jag betala?», pronunciado «fo ya betola». En ese momento, con cara de incredulidad, ese que vosotros sabéis me preguntó «¿¿¿Fóllame toda???». La carcajada aún se oye en todo Malmö y alrededores de Escania.

Dentro de las instalaciones del Malmö Arena, la organización era también bastante buena. La sala de prensa y todas las demás instalaciones estaban en el Recinto Ferial de Malmö o Malmömassan, que se encontraba a pocos pasos del Arena (es lo que tiene pensar, no como los finlandeses que nos lo pusieron a 20 minutos). Allí encontrábamos el despacho de acreditaciones, un pequeño café al aire libre y los pasillos que unían el recinto con la sala de prensa (dos, uno recto y protegido para los cantantes y otro por la calle y más largo para los acreditados). El centro de prensa ya lo habéis visto en las fotos: sin luz natural, con muchas bombillitas y estructuras ikea y sobre todo, la joya de la corona, el dispensador de agua. Creo que en este sentido tenemos que aprender mucho de los suecos. Esta gente no quería gastarse 75 millones de euros como hicieron los azeríes, sino solo 25. ¿Cómo explicar a Europa que iban a hacer un festival con mucho menos presupuesto sin quedar como cutres y avaros? Muy fácil: explicando que le querían dar una nueva dimensión al festival, más intimista, más centrado en el artista, más profesional. Lo de las entradas de pie fue de órdago también: «queremos dar al público un papel más participativo en el concurso, por eso hemos pensado que se queden de pie», en vez de decir, «queremos meter a cuanta más gente mejor y como el recinto es pequeño, les ponemos de pie y que se fastidien». Bueno, pues no lo lograron. Vimos el festival de pie tan ricamente, no se nos hizo pesado ni nos dolieron los miembros, ni por supuesto nos pareció un insulto hacia el público… eso sí, la próxima vez que pongan las entradas más baratitas… En fin, volvamos al tema que nos ocupaba, la sala de prensa y el dispensador de agua. ¿Para qué gastar euros y euros en botellas de agua cuando Malmö tiene la mejor agua del grifo de Europa? Con nuestro kit de prensa nos dieron una botella de ciclista para que la rellenáramos en un enorme dispensador tipo Ikea que rezaba las maravillas de beber esa agua sin igual… Eficiencia sueca.

Sonado fue también el lío que se produjo con los ordenadores. Este año, directamente, no había. Los suecos supusieron que a estas alturas del siglo XXI, todo el mundo tenía su propio ordenador… Corrijo, su propio Mac, porque la conexión wifi no funcionaba con PC y tenían que conectarse por cable. Lo de Apple en ese país es increíble. Todo el mundo tiene un iPhone. Ni Samsung, ni siquiera Sony (antiguamente Sony Eriksson)… A la postre, los que íbamos provistos de dispositivos manzanita tuvimos suerte en ese sentido.

La sala de prensa se dividía en tres: zona de relax (vamos, donde se quedaban las F), muy acogedora y con unos sofás y unas estructuras de madera que intentaban emular una especie de resort caribeño. Por otro lado estaba la sala de prensa en si, bastante grande pero muy vacía (entre que no todos los ordenadores funcionaban y que este año la restricción de P había sido muy grande, la sala de prensa estaba completamente diezmada) y la sala de conferencias, demasiado grande, como siempre. En particular yo solo asistí a las ruedas de prensa de España, y me alegró reconocer como moderadora a Alexandra Pascalidou, una de las presentadoras de Mello 2005, ligada también a la ERT por su condición de suecogriega (como la Paparizou).

El resto de las «atracciones» de la sala de prensa eran las típicas: un stand donde comprar tarjetas telefónicas de Telia Sonera (increíblemente baratas), el stand de las votaciones de los fans (muy cutre: comparado con el de Azerbaiyán que era electrónico y táctil, este era otra pizarrita con rotuladores) y por otro lado el puesto de merchandising. Lo que más me gustó fue un puesto de maquillaje femenino… Cari, estudia a tu target antes de invertir en algo. Está claro que ese puesto no hizo su agosto entre la prensa acreditada. Por cierto, una maravilla el servicio de enfermería. Yo que he tenido que utilizar tanto el de Bakú como el de Malmö tengo que decir que este último me pareció mucho más profesional, mejor dotado y más experto, aunque los dos han sido muy amables con este anciano que escribe aquí.

Hasta aquí la primera parte. La semana que viene os hablaré de la ciudad, la noche y los cotilleos más interesantes del Festival de Eurovisión 2013.