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Ansón, de Edimburgo'72 a Karmele 2010

A estas alturas de la película, nada puede sorprendernos en relación a Pop Star Queen. La última patochada viene ni más ni menos que de un miembro de la Real Academia Española, Luis María Ansón, en su columna de El Imparcial del pasado martes. El veterano periodista fue jurado español el año que participó Jaime Morey: “He sido en una ocasión jurado del gran certamen musical. Fue en Edimburgo y cada país estaba representado por dos jurados. Emma Cohen y yo acudimos a la capital escocesa y votamos representando a España”.

Ansón elogia la trayectoria periodística de Karmele: “Es una feminista moderada y constructiva. Escuché un discurso suyo en un acto público en favor de la mujer. Estuvo espléndida”. Acto seguido compara a la Marchante con Chikilicuatre, considerando que no se ha tratado de igual manera a los dos aspirantes: “Estoy seguro de que Karmele Marchante resultaría bastante mejor que Chikilicuatre pero no es esa la cuestión ni yo dedicaría una línea a calibrar las calidades o deficiencias de la aspirante. Para eso están los expertos y la votación popular«.

Y atención a la frase lapidaria de Ansón: “Lo que sí creo es que no se pueden arrollar los derechos ciudadanos ni retomar la censura. A Karmele Marchante hay que exigirle que cumpla lo dispuesto en el reglamento. Y nada más. Tiene todo el derecho a participar en el concurso y a medir sus fuerzas con los otros concursantes. Me parece que con ella se ha cometido una tropelía”.

En 1972 Luis María Ansón era subdirector del periódico ABC y a su regreso de Edimburgo no pudo resistirse a escribir un denso artículo de opinión en el que reflexionaba sobre la juventud europea que había visto en Eurovisión. Ahí van unos extractos de lo que Ansón escribía hace 38 años.

LOS MISMOS PÁJAROS LOCOS (ABC, marzo 1972)

Nunca olvidaré aquella noche en que mi mujer entró como una exhalación en el despacho en donde suelo escribir para informarme con desbordado alborozo: “¡Ha ganado Massiel!”. “¿Y quién es Massiel?” pregunté yo esforzándome por quedar bien, “¿una que canta?”. Mi mujer me miró con santo horror, como si hubiera expresado una duda sobre el dogma de la Trinidad. Y eso que resultó que sí, que Massiel era una que cantaba y que acababa de ganar el Festival de Eurovisión venciendo a los ingleses en su propio campo, rendidos los europeos todos ante aquel inspirado La, la, la. Pues bien, si alguien me llega a decir que un día yo iba a ser jurado del mismo festival que acababa de ganar Massiel, cuyo nombre y existencia ignoraba, hubiera reído a carcajadas. Mi afición a la música, que es grande, llega hasta muchas canciones modernas. Pero aquel La, la, la fue una pesadilla que durante meses nos sobresaltó a los españoles en los sitios más inesperados. […]

Y he aquí que de pronto me vi convertido en jurado del Festival de Eurovisión 1972, honroso puesto que acepté por dos razones: en primer lugar mi deseo de hacer penitencia durante la Cuaresma, que se vio colmado hasta la extenuación después de oír en un sólo día no menos que cuatro veces la canción de Malta, inventada sin duda para expulsar a los ingleses de la isla; en segundo lugar, porque quería tener un contacto directo con la nueva juventud, cuyo símbolo es todo este espectacular y resplandeciente mundo del disco. […]

Unos días de convivencia en Edimburgo con lo más florido, melenudo y minifaldero de la nueva generación europea me han convencido de la inalterabilidad de la juventud. Si algo ha cambiado en la sociedad contemporánea es la madurez y la ancianidad, cuya forma de hablar, de vestirse y de comportarse horrorizaría a las generaciones anteriores. Los jóvenes de hoy son como los de siempre: con sus mismos defectos, que no son pocos, y con sus mismas virtudes, que son muchas. […]

En Edimburgo, y en torno a las cuatro “juradas” más guapas: la española, la finlandesa (que parecía una espiga dorada), la holandesa y la suiza, se tejieron breves idilios, antiguos como el mundo. […]

Los mismos pájaros locos… Gira y gira la rueda de la vida, siempre sobre esos pájaros locos de la juventud, que no cambian. […]