Los eliminados: las otras estrellas que no hay que olvidar
Meses de preparación, selecciones nacionales o internas, tanto trabajo, ideas, esfuerzos e ilusiones detrás, dos semanas de ensayos completas y, tras dos horas de gala, todo se acaba. 16 de los 42 concursantes tuvieron que acabar por adelantado su semana de gloria eurovisiva, sin pisar la final. Pero aquí también tienen su hueco y de ellos vamos a hablar.
El martes, se quedó fuera como undécimo clasificado el tema de Bosnia-Hercegovina, que volvió con una apuesta importante a priori por los nombres envueltos en ella: Deen, Dalal, la violinista Ana Rucner y el rapero Jala, autor también de la canción (y quizás una de las rémoras de la actuación en directo). El tema, del corte exyugoslavo del que hemos oído innumerables ejemplos a lo largo de los últimos diez o quince años, es posiblemente uno de los más flojos de su género, pero mantenía una melodía agradable y unos arreglos elegantes. No fue quizás muy acertada la escenografía, mantas térmicas incluidas, no po aludir al tema de los refugiados, si no por la forma de presentarlo. Aún así, poco le faltó para volver a una final que nunca se habían perdido: para el jurado fueron 14º, para el público 8º.
Le siguió en la clasificación nada menos que el inefable Serhat y su inenarrable canción, con su tremenda puesta en escena, a base de unas bailarinas que cantaban por él, antes de lanzar su imprescindible sombrero al público. Puede que esté bien que un señor con dinero que quiere ir a Eurovisión llegue a conseguirlo a través de una delegación pequeña como es la sanmarinense. Pero hasta ahí la broma. Para el jurado fue penúltima y para el público 11ª.
Montenegro logró auparse hasta la 13ª posición gracias a los votos del jurado que la colocaron 10ª, por encima del penúltimo lugar del público. El ruidoso y oscuro show no convenció tanto como el georgiano o el chipriota, y tuvieron que ver la final desde fuera del Globen. Parece que le pega más el rollo balcánico que el rockero al pequeño país exyugoslavo.
Uno de los fracasos más sonados del año es el de Islandia, que con su esforzada puesta en escena y su canción «de manual» apuntaba a volver al top 10 pero no pisó ni la final. Quizás la comparación con Rusia y lo prefabricado del tema dejó fríos por igual a ambos jurados: 13º lugar en los dos. La pequeñita Greta, primera autora, cantante y compositora del tema islandés en una única persona, volverá como heroína igualmente a su tierra, tan eurovisiva siempre.
Finlandia no logró volver a la final, por segundo año consecutivo. La endeble interpretación de Sandhja y su modesto tema no fueron tampoco apoyados por una escenografía solvente. Duodécima para el jurado y decimosexta para el público. Podrán solucionarlo si eligen mejor el año que viene: dos años seguidos dejando grandes posibilidades en el UMK en favor de temas mucho peores.
Como Bosnia, Grecia deja la final por primera vez desde que hay semifinales. Los alternativos Argo no consiguieron reunir el apoyo suficiente y su show entre clásico y mediterráneo supo a poco, con unas solistas femeninas que no tuvieron su mejor noche. 16º y 14º para jurado y televoto respectivamente que hace pensar que Grecia ha dejado de lado su lado más comercial, con una consecuente pérdida de votos en los tres últimos años.
Penúltima fue Moldavia, con un tema realmente desfasado que dejaba frío tras su escucha y que creaba muy poco interés a su alrededor. Ni la discreta interpretación de Lidia Isac ni la forzada inclusión del bailarín cosmonauta pudieron solucionar la condena a la eliminación que se veía planear sobre la delegación moldava desde su selección. Posiblemente, una de las canciones que pasarán más rápidamente al olvido eurovisivo.
Y, sorprendentemente, cerró Estonia. La última clasificada y, a la postre, la que menos puntos tendría de las dos semifinales, fue esta, a pesar de ser un tema serio y bien presentado, y de contar con un cantante atractivo y con personalidad, que realmente no tuvo su mejor noche. El jurado le dejó último, el televoto 16º. Un resultado fatal para el país báltico: no habían sido últimos nunca.
Los eliminados de la segunda semifinal estuvieron encabezados por la gran Kaliopi, a quien el jurado le impidió clasificarse (11ª, por 8ª en el televoto). Si bien el tema no era un hit ni era de última moda, su interpretación entregada y su desgarradora voz, con ese coro imponente apoyándola, bien merecían verla actuar de nuevo en la final. Nos quedamos con su inmensa personalidad y su arrolladora fuerza de artista.
El complicado show presentando por Bielorrusia, con Ivan como múltiple protagonista de la escenografía ya fuera con lobos, con el trasero al aire, tocando instrumentos o bajo la lluvia, parece que terminó por resultar paradójicamente excesivo e insuficiente a la vez para levantar una canción demasiado plana e insustancial. El jurado decidió que no era bastante (12º) aunque para el público tuvo un pase (9º). El año que viene, más música y menos imagen.
Otra de las caídas menos esperadas fue la de Noruega, que tenía un buen tema, bastante moderno y comercial. Quizás por ello, con tanta competencia en el mismo género, provocó la indiferencia de la audiencia y del jurado, que la colocaron decimotercera, puesto que sería el final. Agnete estuvo bien, a pesar de sus polémicas ausencias de todo evento eurovisivo en Estocolmo, dado su misterioso estado de salud mental. Se rompe la racha de cuatro finales consecutivas y tres top 10.
Eslovenia cayó de nuevo del lado oscuro. Tras dos años consecutivos en la final, el pseudocountry de ManuElla no convenció al público, que la dejó penúltimo, a pesar del décimo lugar del jurado. Actuar detrás del torbellino australiano pudo no beneficiarla, pero el tema se hizo un tanto repetitivo y la participación del atleta en escena no aportaba nada.
Fracaso de nuevo para Irlanda, que confió en su estrella Nicky Byrne sin obtener resultados positivos. Ni el tema estaba a la altura de la competición (anticuado y plano) ni Nicky hizo una interpretación vocal suficiente como para convencer. 16º y 14º para jurado y televoto, una actuación la de Irlanda a todas luces pobre para lo que podría haber sido. Es la tercera final sin Irlanda y el peor resultado desde el pavo de 2008.
Albania vuelve a quedarse fuera con una actuación en la línea de los que comentábamos de Moldavia: una de las más olvidables participaciones eurovisivas de este año. Ni la canción tuvo gancho ni la presentación tenía interés ni Eneda tuvo capacidad alguna de levantarlo. Quizás sería bueno que la RTSH pensara en no elegir forzosamente la ganadora del Këngës para Eurovisión, sino a la mejor candidata para Europa.
Penúltima fue Dinamarca. La discretísima actuación de los tres cantantes, que bien parecían haberse juntado justo antes de salir a escena, la descafeinada presentación y el manido tema hacían presagiar un puesto como el que obtuvieron. No había nada que sacar de la participación danesa y así fue como la juzgaron: penúltimos por el jurado y decimoquintos en el público. Segundo año sin final para el ganador de 2013.
Y para cerrar, Suiza. De nuevo. Cuarta semifinal en la que acaban últimos y segunda consecutiva. Solo han pasado en tres de las doce veces, una trayectoria para hacérsela mirar. Si bien el tema era bonito, bastante noventero, pero digno, la interpretación de Rykka fue en todos los casos insuficiente, tanto vocal como visualmente, con movimientos incomprensibles y un estilismo desastroso. La escenografía fue más bien pobre y el resultado no se iba a hacer esperar: última para el público y 14ª para los jurados. Otro año más con la ignominia de ser últimos.