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Austria elige a Vincent Bueno con Alive

De nuevo la televisión pública austríaca, ORF, ha optado por una selección interna. Con una política de ahorro que ha provocado que apenas se apueste por nuevos formatos o incluso se ahorre en espacios ya conocidos por el público, los eurofanes austríacos no cuentan con una gala televisada para escoger a su representante desde el año 2016. Apenas se han publicado informaciones de cómo se ha escogido a Vincent Bueno, que repite el perfil de los últimos representantes austríacos en Eurovisión (Pænda, Cesár Sampson, Nathan Trent): artistas con una buena formación, experiencia musical y supuesta calidad, no especialmente conocidos por el gran público.

Alive, compuesta por el propio Vincent Bueno, es la fuerte apuesta de Austria en 2020, que contrasta con la invisibilidad de Limits de Pænda el año pasado. Los medios austríacos, tras presentarse la canción, han repetido las influencias o semejanzas con algunos artistas como Justin Timberlake o Bruno Mars en esta canción con ritmos de R&B y funk. Parece claro que la escenografía cobrará un papel muy relevante para que este tema (bien valorado tras hacerse público) no caiga en el olvido. La experiencia de Vincent como bailarín y actor juega, claro está, a su favor; otra cosa es el resultado final que se verá en la segunda semifinal y (esperemos, tras el bache de 2019) en la final.

Nacido en Viena en 1985, con raíces filipinas, Vincent Bueno se hizo conocido por haber ganado el talent show de ORF del año 2008 Musical! Die Show, sobre teatro musical. Aprovechó la fama del momento para concursar en 2009 en la versión austríaca del programa ¡Mirá quién baila!- Menos mediáticas han sido sus participaciones en numerosos musicales y diversos espectáculos teatrales, como Jesucristo Superstar, Aida, La jaula de las locas, Mamma Mia, West Side Story, etc. Su relación con Eurovisión se remonta a 2016, por participar en la preselección austríaca de ese año con la canción All we need is that love; además, fue corista de Nathan Trent en 2017.

Por Guillermo Herráez