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El Imperio del Imperativo

Jorge ToralJorge Tove /

Muchas canciones de Eurovisión y de la música en general contienen imperativos. Ya saben, exhortaciones o invitaciones directas a que el receptor del mensaje realice alguna acción. Hoy quisiera analizar la ambigüedad que genera este tiempo verbal, presente en tantas canciones, precisamente porque la mayoría de las veces no queda claro quién es el receptor. Y es esa incertidumbre la que quizá da más juego a la hora de interpretar el mensaje principal de los temas que millones de personas escuchamos sobre el euro-escenario.

Me atrevo a escribir estas líneas que, al igual que las canciones (salvo en casos como el de Mother, el tema que llevó este año Bélgica en la voz de Axel Hirsoux, o Bröder de Linus Svenning en el Melodifestivalen de este año), también se dirigen a un destinatario confuso. Por eso a ustedes les llamo de usted: no sé si hablan español de América o de España; si son de la CIA y están espiando mis publicaciones subversivas (un superbeso, en ese caso); si son eurofans pata negra o principiantes; ni siquiera si son eurofans. Sé muy poco de ustedes. Y seguro que ustedes, a los que respeto profundamente por tener la paciencia y el tiempo de echar un vistazo a mis locos análisis, son muchos menos que la audiencia que pueda tener el autor de una canción de Eurovisión.

Pues bien, si mis probabilidades de conocer al posible lector de este artículo son bastante bajas, no quiero pensar las que pueda tener un autor eurovisivo. De ahí que ellos tengan un cuidado exquisito con los temas que tratan, la manera en que lo hacen y el mensaje que desean transmitir (siempre siguiendo directrices que impone la UER). Para saber algo más, habría que preguntar a los autores qué escuchante imaginan (en caso de que lo tengan presente), en qué momento empiezan a dar forma a ese posible receptor, quién es ese omnipresente “tú”, qué proceso lleva la escritura de un tema, si es verdad que la inspiración llega en cualquier momento o mientras se está trabajando… Sería muy interesante saberlo. Yo diría que esa(s) musa(s) llega(n) mientras uno vive con intensidad, acumulando experiencias y tomando conciencia del valor de los pensamientos y sentimientos que van llegando a la mente, para que estos de repente nos den una sorpresa y vayan adquiriendo forma de poesía, melodía o novela.

No es de extrañar que después de este arduo y filosófico proceso de creación, la historia de la música nos regale imperativos tan poéticos como dame más gasolina (Daddy Yankee), tan intensos como dame veneno (Los Chunguitos), tan evocadores como te como, te como, cómeme (Chambao), tan desgarradores como Desátame (Mónica Naranjo) o tan bailables como Dime (Beth). Y es que un buen imperativo de receptor difuso es un éxito asegurado, al menos para conseguir hacernos pensar. Por ejemplo: ¿En qué gasolinera se inspiraría Daddy? ¿Quién hizo que Los Chunguitos desearan tan funesto final? ¿Quién come qué a La Mari de Chambao? ¿Quién tenía que desatar a Mónica? ¿Quién le decía a Beth lo que podía hacer? De momento, sin saber la respuesta a estas inquietantes preguntas, voy a intentar aproximarme a lo que podrían estar pensando en algunas canciones.

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«Habría que preguntar a los autores qué escuchante imaginan»

Esta LIX edición del Festival de Eurovisión tampoco se ha quedado corta en imperativos. Sin ir más lejos, la ganadora, Austria: Rise Like a Phoenix (elévate como el Ave Fénix), que tanta cola ha traído (que si ganó por la imagen, que si le faltaba movimiento, que esa canción sin Conchita y sin barba no se habría comido un rosco, etc.). Aunque no deja muy claro quién debe resurgir de sus cenizas (¿es la comunidad LGTB en el mundo entero o en Rusia? ¿Es todo aquel que sienta que su vida necesita un cambio radical o todo aquel que tenga ganas de rendirse, sea cual sea su condición?), en este caso sí aparece un “tú”, pero se refiere al causante de ese desasosiego, al “malo”. Para hablar del “bueno” utiliza el “yo” como protagonista del cambio y, sorprendentemente, en el estribillo el autor vuelve a dirigirse a ese destinatario oculto que debe aplicarse el cuento y luchar por su futuro.

Ahora que sale a colación Rusia, la canción Shine (brilla), interpretada por las Tolmachevy Sisters, también le pide a alguien que brille más que el resto para que aporte una luz renovadora. No queda claro que ese alguien sea una persona sola. Un profesor de inglés amigo mío sugería que el receptor en esa canción podría ser perfectamente una realidad nacional o una comunidad plurinacional (la Madre Rusia, otro país, región o conjunto de países). Y si lo piensan, la canción está repleta de unos imperativos bastante cargados de significado: “Cruza la línea paso a paso”, “haz el día más claro”, “brilla en mi oscuridad, brilla en la noche, oh sol naciente mío, haz que se vaya la locura”; “Mira bien alto al frente, cabalgando como el viento, abre tu corazón y déjame entrar en él”. Kirkorov, el autor de la letra, indicó en alguna ocasión que, precisamente, lo que se quería resaltar con este tema, más que la letra en sí, era la inocencia de las gemelas en medio de un mundo de adultos lleno de incomprensión y dureza (no le faltaba razón, sobre todo después de lo que vivieron en el B&W Hallerne de Copenhague). Por ello, sería una contradicción que el mensaje sea el que mi colega percibió. No obstante, me ha parecido interesante compartirlo aquí, sea o no posible esa percepción.

"No nos late el mismo corazón".

«No nos late el mismo corazón»

Otra canción de interpretación confusa ha sido la de Israel. En este caso, Mei Finegold se dirige a un “tú” que a primera vista parece un amigo o amante que no ha respondido a las expectativas del personaje principal, y al que va explicando punto por punto los motivos de su ruptura. ¿Pero y si, de nuevo, se estuviera hablando de otra relación más compleja entre Israel y otras realidades nacionales, religiosas o sociales? [Insisto, no intento sentar cátedra, sino analizar posibles significados.] Fijémonos en la letra: “Me llenas de amor envenenado, llenas mi alma con pecados, pero he aprendido a crecer. Y ahora, tantas mentiras, tantos gritos, tan largos como el infinito. Estoy comenzando a levantarme, no necesito ser criticada. No soy un animal en cautividad”; “Voy quitándote la piel, ya no soy parte de ti. No nos late el mismo corazón”; “Es hora de alzarse sin miedos, de tomar nuevas decisiones y entonces el sol se revelará” (otra vez alusiones al sol… esa constante que refleja las aspiraciones completas). ¿Paja mental? Puede ser.

Y llegamos a una imperativa Sanna Nielsen que quedó tercera en la Final de aquel glorioso 10 de mayo de 2014. Habría que puntualizar que, desde un punto de vista lingüístico, en inglés el verbo Undo, según el contexto, tiene varias connotaciones que pueden ir desde deshacer o enmendar hasta incluso arruinar o desatar. Pero no creo que el autor quisiera a Sanna emulando a nuestra Mónica Naranjo pidiendo que la desataran (para eso ya hubo un sonado Release me, suéltame). La elección del verbo no podía haber sido mejor: “Deshaz mi tristeza, deshaz lo que duele tanto, deshaz mi dolor”. La intención del personaje no queda clara. Sabe que al fin ha acabado su relación con ese “tú” que desconocemos, pero necesita la ayuda de él o ella para acabar con toda esa tristeza que produjo la ruptura (de nuevo, un “tú” difuso, una ruptura, una aspiración de felicidad completa…).

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«Que continuemos nuestro camino aunque caigan chuzos de punta»

Para finalizar, si a estas alturas aún no quieren lapidarme, mencionaré tres canciones imperativas de este Festival que, a mi juicio, dan lugar a menos confusión: Rise Up (Grecia), Start a Fire (Azerbaiyán) y Dancing in the Rain (España). La primera hace un llamamiento a la fiesta, a la locura, a la celebración. La segunda habla de los sueños que parecen no encajar en nuestra realidad pero que, con empeño, pueden lograrse. Lo que en el título parece un imperativo queda más tarde aclarado en el estribillo: “Que la más ínfima luz/chispa encienda el fuego”, es decir, que por pequeña que sea la posibilidad, siempre debe haber esperanza de que los sueños se hagan realidad. Y, por último, la canción de España no cesa de imperar que sigamos bailando a pesar de todo, que continuemos nuestro camino aunque caigan chuzos de punta. Una filosofía que creo que todos compartimos, especialmente en estos difíciles momentos.

Ciertamente, hay que luchar ante la adversidad, como sugiere la potente voz (y letra) de Ruth Lorenzo, sobre todo si acompañamos esas situaciones de lindas melodías. Y es que, en definitiva, no hace falta saber el destinatario exacto de lo que cantamos y escuchamos, siempre y cuando disfrutemos con la música y valoremos su poder en nuestra vida.