¡Últimas noticias!

¡Eurofan y a mucha honra!

1292217_10151745233078731_988097774_o

Carlos Sanandrés / Quizás tu madre no te entiende, algunos de tus amigos te ven como alguien raro, tu vecina se acuerda de ti el día de la final y en el trabajo intentan adelantarse a las noticias que hace horas ya has leído en internet.  A ti todo eso te da igual porque lo tienes asumido, eres Eurofan y disfrutas siéndolo. Te encanta buscar vídeos en YouTube, ser el primero en postear una novedad y opinar (y ver lo que opinan) sobre todo lo que  tenga que ver con el festival.

EBU hace años que se ha dado cuenta del poder que tenemos, y hoy somos una parte imprescindible de los engranajes que forman el mayor concurso musical de Europa.  Podemos conseguir pases especiales y nos tienen en cuenta tanto durante la realización del directo como en la obertura del show o incluso en los interval acts. ¿Un ejemplo? El flashmob que se marcaron Madcon en 2010 y en el que conectaron con L’Alfàs del Pi y con la palmera más grande del mundo (ocupaba un tercio de la pantalla).

A pesar de que el fenómeno fan existe desde hace tiempo,  los seguidores no se empezaron a estudiar seriamente hasta finales de los 80 y principios de los 90. Algunos especialistas en TV se dieron cuenta de que a pesar de ser un grupo minoritario tenían y tienen una gran influencia en la audiencia.  Es curioso que este interés por los fans nace justo en el momento en el que empiezan a proliferar por toda Europa las primeras asociaciones de Eurofans.  Por aquel entonces en el festival, el público todavía estaba sentado plácidamente en sus butacas. Aplaudían al final de cada actuación y los más atrevidos llevaban una bandera o algún objeto representativo del país.

Con la llegada de los 2000 y  las nuevas tecnologías la cosa cambia.  Los organizadores acercan al público al escenario, se simula el ambiente de un concierto y se intenta acabar con la rigidez y la seriedad. Los asistentes se muestran más distendidos que en ediciones anteriores. La cosa se intensifica cuando en el 2002 Estonia tiene que organizar el festival. El lugar escogido es el Saku Suurhall, un estadio inaugurado unos meses antes de ESC  y que tiene capacidad para 10.000 personas. Hay que pensar que su predecesor, el Parken Stadium de Copenhague había acogido a 60.000 espectadores años antes. La solución estonia fue práctica y simple, como el diseño nórdico. Decidió eliminar las sillas de las primeras filas y poner al público de pie. Una novedad, que aportaba frescura al festival y que seguro que trajo de cabeza a más de un realizador.

Los fans en primera fila, gritando, saltando y ondeando banderitas durante las actuaciones son ya un clásico de Eurovision. Hay quien no le hace mucha gracia este particular front row, como a  Valentina Monetta, la última representante de San Marino. El pasado año se quejó de las banderas la taparon y deslucieron su actuación.  Quizás por eso este año se buscó una buena plataforma donde subirse y donde luchar por una plaza en la final. El hecho, es que la Monetta lo consiguió…

Desde hace unos años se ha etiquetado al festival como un certamen “gay”. A diferencia de otros concursos, Eurovision cuenta con un público mayoritariamente masculino. Homosexual, sobra decirlo, pero masculino. Sólo hace falta echar un vistazo al público y a los clubs de fans, hay muy pocas mujeres.  Aunque por ejemplo en Italia está Cristina Giuntini, gran seguidora del concurso. Recientemente me contaba que durante todos estos años de ausencia, los fans italianos se reunían y escribían cartas a la RAI pidiendo que su país volviera a la competición.  Eso es auténtica pasión por el festival.

Hablando de mujeres y de eurovisión no nos podemos olvidar de Mamá Ella o lo que es lo mismo, Eleonora Kastner. Una alemana de 104 años que desde Dusseldorf 2011 viaja con su nieto a cada país donde se celebrar Eurovisión. Tiene su pase y no se pierde detalle, o sino mirad su Facebook.  Para ella siempre ha sido un sueño poder asistir cómo público y ha dicho, que ¡a la vejez viruelas!  Reconoce que sigue el festival desde las primeras ediciones y lo vive como una más, incluso tiene sus fotos con los representantes, como buena fan.


Hasta ahora hemos hablado de los seguidores que se desplazan por toda Europa al ritmo del ESC. También de aquellos que dieron un paso al frente y un buen día decidieron apuntarse a un club u asociación. Sin embargo, no nos podemos olvidar de otros muchos que todavía disfrutan de la concurso en la soledad de sus hogares. Sí, quizás asisten a alguna fiesta eurovisiva durante el año  e invitan a unos cuantos amigos y familiares  a ver la final, pero todavía no se han decidido a formalizar su estatus y rara vez opinan, comentan o comparten lo que leen regularmente en internet. Y es que eso sí,  la red ha facilitado la euroinformación. ¿Qué quieres escuchar lo último de Maria Serifovic? Un clic ¿Que quieres saber qué de las chicas de Precious? Un clic, ¿Que has tenido una mala tarde y quieres regocijarte en tu dolor con el Vuelve conmigo de Anabel Conde? Un clic.

Eurovisión está en aire y en la red.  Además de la facilidad que aporta internet. El ADSL ha permitido que todos los seguidores estén conectados las 24 horas los 7 días de la semana. El festival ya no dura sólo una semana sino que se vive todo el año. Y es que el Eurofan puede ser un incomprendido; puede aguantar horas de pie, hacer miles de kilómetros o  pasarse horas delante del ordenador. Pero  ¿Y qué? Un Eurofan, es siempre y bajo cualquier circunstancia un Eurofan y  lo es ¡a mucha honra!