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Bailando el agua

paneroIván Panero / Hace ya tiempo que dispongo de una teoría sobre los intereses y opiniones acerca de los españoles antes, durante y después de cualquier evento deportivo, musical o cultural que se aprecie y que ante todo, disponga de participación española sea como candidato al triunfo, patrocinador y simplemente si se es el personal de limpieza del acontecimiento. Existe cierta tendencia a expresar nuestra opinión no de una manera constructiva sino destructiva más bien ante todo aquello que demostramos al mundo. La mayoría de las veces sin tener el menor conocimiento del asunto proclamamos a los cuatro vientos todo aquello que se nos pasa por la cabeza con el simple hecho de haberlo escuchado al amigo, vecino o persona de referencia más cercano.
De este hecho no podía librarse el Festival de Eurovisión claro está, porque si no lo hiciéramos no seríamos españoles, esos seres llenos de pseudo-carácter preocupados más por defenestrar a nuestros representantes que por disfrutar de su actuación más allá de su buena o mala clasificación en la puntuación final.

El caso es que en esta edición, un mes antes de la celebración del mismo aproximadamente llevaba conmigo la sensación de ser el único extraño que tenía por favorita la candidatura de Países Bajos, sí amigos, esa ranciedad aburrida que dormía hasta a las moscas, opinión más suave de todas aquellas que me llegaron y que mi cerebro es capaz de recordar y puedo afirmar con total seguridad que hasta la llegada del primer día de ensayos en Copenhague no llegaba a diez el número total de simpatizantes de la candidatura holandesa.

¿Qué pasó? que el efecto «bailando el agua» tan característico de la España actual y moderna empezó a rezumar entre todas aquellos asistentes al mismo. No existe nada más fuerte que el poder visualizar tras los primeros ensayos que esa candidatura que a priori era rancia y desfasada y que no otorgaba ningún tipo de alegría a esta edición del festival iba aumentando posiciones, tanto que no pasó demasiado tiempo para poder ver que se colocaba como una de las candidatas a obtener la victoria en esta edición. Así que qué mejor manera de «bailar el agua» para poder empezar a decir frases tan recordadas como «Me encanta Países Bajos» «Siempre me ha gustado» «Me encanta, parece un videoclip» «Me encanta la canción, ese toque rancio me fascina»...

¿Pero qué pasa aquí? ¿Nos adecuamos según «baila el agua» a quién más no interesa para no quedar mal? ¿Es malo tener como favorita a aquella candidatura que queda en última posición y por ello cambiamos de opinión según surjan los acontecimientos? ¿Deja de ser peor una candidatura por su clasificación en el torneo? ¿España es la mejor cuando gana pero sin embargo es la peor cuando no consigue la victoria?
Esto es así y no nos engañemos, España ahora mismo no entra dentro de los intereses de los españoles porque simplemente no ganamos y por ello se crean tendencias, teorías de aquellos «eruditos» sobre el tema que al principio de esta columna mencionaba para explicar el por qué de su mala clasificación y el intentar hacernos entender el por qué la candidatura española debería retirarse de nuestro amado festival al no haber ganado tras varias ediciones.

Y yo me pregunto: si seguimos esta teoría sin sentido ¿Deberíamos retirarnos de la fórmula 1 cuándo Fernando Alonso no consiga ganar? ¿Deberíamos retirarnos del Roland Garros el día en el que el maravilloso deportista Rafael Nadal deje de obtener victorias? Porque sí señores españoles, Rafael algún día dejará de ganar no es invencible ni él ni la selección española que lamentablemente no ha conseguido alcanzar la siguiente fase del mundial, ni tampoco Ruth Lorenzo o Soraya deben  dejar de hacer música por no haber ganado en el festival.

Visto lo visto no va a cambiar durante mucho tiempo esta situación, quizás a lo mejor deberíamos posicionar a todos aquellos entendidos del tema en las posiciones de los que ya están a ver si desde el campo del juego siguen viendo las cosas de la misma manera que desde la barrera.

#MarcaEspaña.