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Eurovisión y tolerancia sexual, ¿un imposible?

carlosCarlos Quiles /

Escribo esta columna, días después de ver en televisión, las declaraciones del alcalde de Sochi diciendo “En mi ciudad no hay homosexuales” y observar con estupor unas imágenes en las que cuatro o cinco energúmenos agredían a un homosexual violentamente como si se tratara de un zombie o un poseído por el demonio que iba a contagiar a toda la población creando una alarma sanitaria sin precedentes. Los que me conocen, saben que yo nunca he querido mezclar Eurovisión con temas de otra índole como puede ser la política, pero ahora mismo me siento verdaderamente asustado de pensar que Rusia pueda volver a ganar un festival de Eurovisión y muchas personas que se desplacen hasta Moscú (por decir una de las incontables ciudades de Rusia) se puedan ver amenazados por su condición sexual. A lo que voy, es que la UER debería tomar medidas serias contra aquellos países que no garanticen al 100% la integridad de los eurofans en caso de celebrarse una edición del festival en ellos. Estoy leyendo un artículo, que se publicó aquí mismo el pasado 7 de noviembre en el que la UER pedía a Rusia una plena garantía de la integridad de los artistas y de los participantes en el festival así como de los eurofans, en caso de celebrarse allí un festival, pero veo que la cosa por ahora ha quedado en agua de borrajas o en simples declaraciones de buenas intenciones por parte de los dirigentes políticos rusos pero poquito más.

TATU

El alcalde de Sochi asegura que en su ciudad no hay homosexuales.

Aunque algunos se puedan echar las manos a la cabeza, no creo que sea una tontería decir que la gran mayoría de los eurofans (y hablo de EUROFANS) son homosexuales y es gracias a ellos que Eurovisión es a día de hoy un espacio abierto a cualquier tipo de música, estilo, representación o performance. El festival ha evolucionado mucho desde aquellos anquilosados años 80-90 donde muchas veces parecía que estuviéramos en un bucle en el que todo (decorados, estilismos, etc.) parecía estar cortado por el mismo patrón. Ha sido la gente joven (y entre ellos muchos gays) los que han decidido apostar por Eurovisión como un evento tolerante, de libertad, con muchísima capacidad para evolucionar y acoger a muy distintos tipos de personas y es aquí donde el colectivo LGTB ha encontrado un lugar en el que poder expresarse libremente sin sentirse un bicho raro o marginado. Además, en los últimos tiempos también hemos asistido a la participación de cantantes que pertenecen a este colectivo como son los gays declarados Thomas Tordason, Harel Skaat o el recientemente “desarmarizado” Ryan Dolan, la holandesa Michelle, Donna McCaul, Marija Serifovic (la dejo en presuntamente para evitarme problemas), los bisexuales Lee Ryan y Duncan James (del grupo británico Blue) y la transexual Dana Internacional, entre otros. Precisamente, gracias a la participación y victoria de ésta última se produjo ese cambio que el festival necesitaba para no caer en el típico festival casposo de vestuarios imposibles, canciones iguales, presentadores caducos y puestas en escena inexistentes. Podemos decir que en pleno siglo XXI el festival ha vivido un proceso de modernización necesario y creo que ha sido gracias a muchísima gente abierta de mente (entre ellos a muchos homosexuales) por lo que este cambio se ha producido y así se ha demostrado en los festivales de los últimos años, donde sin perder la esencia del mismo se ha conseguido llegar a gente más joven y hacer uso de las nuevas tecnologías para hacerlo más atractivo.

Conchita Wust

Conchista Wurst, víctima de campañas homófobas en varios países.

A lo que voy con todo esto, es que no entiendo como la UER se queda de brazos cruzados ante las campañas que se están produciendo por ejemplo en Bielorrusia, contra la participación en Copenhague de la representante de Austria Conchita Wurst y todo por ser un hombre que se viste de mujer pero que sigue conservando la barba de un varón. Son estos países los que se permiten dar “lecciones de vida” o decir a los demás lo que tienen que hacer cuando es un país que ha manifestado su total falta de respeto con los cantantes y canciones de sus preselecciones donde cada año hacen y deshacen a su gusto sin que nadie le pare los pies. Si yo tuviera voz y voto para tomar decisiones, les daría un toque de atención a esos países que no solo se pasan por el arco del triunfo las normas y reglas del festival sino que, además, atacan y degradan a otros cantantes eurovisivos por su sexualidad, físico, etc. Desde aquí pido a quién corresponda (la UER o quién tenga las correspondientes competencias) que se tomen medidas serias hacia esos países para que se les exija una actitud seria ante su participación en Eurovisión y si no, se les deje un año sin participar (o se suspenda cautelarmente su participación en el festival) si no cambian su comportamiento. No es tolerable que la homofobia y transfobia de algunos países participantes en Eurovisión impida que muchas personas pertenecientes al colectivo LGTB se tengan que sentir incómodas disfrutando del festival. Aunque parece que las manifestaciones homófobas producidas en Belgrado, Moscú y Bakú se quedaron en nada, no creo que tampoco sea para tomárselas como una simple bravuconada de un grupo de retrógrados insensibles y no se deberían volver a producir.

Por último, quiero dejar claro que siempre seguiré defendiendo Eurovisión como lo que es, un evento estrictamente musical pero también es un evento social que mueve a mucha gente y que es un festival muy esperado por muchos gays, por lo que siempre criticaré a aquellos países participantes en el festival, que amenacen, critiquen o agredan de la manera que sea, al colectivo LGTB.