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La virginidad eurovisiva

guilleGuille

No voy a hablar de tópicos, de emoción, intriga o dolor de barriga por lo cerquita que está el festival de este año. En verdad porque esas emociones las tengo yo la noche de Eurovisión (y algo, que no todo, en las semifinales del martes y del jueves). A decir verdad, soy de los pocos eurovisivos vírgenes.

No, no va por ahí la cosa (demasiados tópicos y leyendas urbanas corren sobre los eurofanes). Me refiero a llegar lo más casto y puro a la noche eurovisiva y así dejarme sorprender. Es decir: saber lo menos posible de las canciones y artistas de la edición de cada año. Cierto es que las primeras sorpresas nos las llevamos en las dos semifinales, pero como esas se suelen ver más en círculos eurovisivos más íntimos que los del sábado, pues la cosa cambia. Por eso, suerte a Dinamarca, Ucrania y Noruega, los que más están sonando como futuros ganadores, que yo, ni idea de qué presentan o cantan… Sí, sé que hemos llegado hasta al final (y la final) con El sueño del morfeo, pero poco más conozco de este año…

Por eso, la primera vez que escuché el Euphoria de Loreen en la semifinal del año pasado lo primero qué pense es en el hit de dónde está la mosca, aquí o aquí, porque me recordó al frikihit del gran Musiquito (cada uno tiene sus asociaciones, pero es que parecía que a Loreen se le había perdido algo en el escenario). Por eso, mi consejo, que nadie cumple es que cuanto menos se sepa de lo que lleva cada país, mejor. Pienso, por ejemplo, en las buenas impresiones que me causaron, como a los no eurofanes, las participaciones de la francesa Patricia Kaas (me ganó con ese baile sin compañía, ese cantar desde el coño, si se me permite, a lo Anabel Conde, sacando fuerza de donde sólo las divas saben…), el austriaco Alf Poier y su número friki, la memorable abuela del tambor de los moldavos Zdob şi Zdub. En cambio, contraproducente fue los rumores de los buenos que iban a ser el tenor corso de hace unos años de Francia, Amaury Vassili, que resultó ser gris, o las polémicas Tatu, de Rusia, o la ciega alemana Corinna May que iba a ensombrecer la victoria por goleada de Rosa. Las abuelas rusas del año pasado, Buranovskie Babushki, que hasta salían en los telediarios (¿qué ha salido en los telediarios antes de la semana eurovisiva? Bonnie Tyler, por el nombre, y poco más) al menos dieron juego con la miniabuela (Natalya Yakovlevna Pugachova, ¡para los frikis acumula datos!), la de las galletas del horno (en el qué fue de las abuelas rusas ni idea de qué ha sido, ya que no controlo el ruso; al menos su página web sigue activa, aunque la sección de noticias sólo en ruso…).

Estoy pensando ahora que el efecto sorpresa de las actuaciones españolas es más bien deficiente. Salvo si contamos el Jimmy Jump ese, que dio la sorpresa, a pesar de casi todos y sobre todo de Daniel Diges… No espero nada de la actuación de El sueño de morfeo y Su contigo hasta el final. Bueno, si meten un caballo, pues sí sería algo novedoso en Eurovisión, creo; ¿ha habido animales en el escenario de Eurovisión alguna vez? No cuenta el gallo irlandés Dustin the Turkey….

De las presentaciones de años pasados de España no dio todo el juego que debería Pastora Soler, aunque no hacía falta, por la buena canción que mandamos el año pasado (con la perspectiva de doce meses: lo más potable de España desde 2000, o más bien desde el Vuelve conmigo de Anabel Conde). La pobre Lucía Pérez (ahora por México y Argentina, porque los ecos de su carrera llegarán a El Bierzo y Asturias, lo que es el resto de España poquiño, poquiño) tampoco pudo lucirse ni en la coreografía ni cantando ni en la escenografía. Lo contrario con Soraya, de aquí a nada implicada en algún escándalo, no sé si lo mueve ella, pero desde el poyeya va a ser verdad que le tienen manía, que su truco de magia parecía sacado de Magia Borrás. Lo mejor del chiki chiki de Rodolfo Chikilicuatre eran, sin duda, Disco y Gráfica (dejadme que mencione aquí a Alejandra Jiménez-Cascón y Silvia Abril, sobre todo la primera, menos conocida por haberse centrado en el teatro), pero la realización de la final no dejó que se lucieran. Dejando de lado los de DNash, que ni se lucieron cantando, bailando o enseñando cacha, queda la gran representación de España, ese rojo que te cojo en plan soy tu menstruación de las pobres Papa Levante y su Bloody Mary del 2006. El que lo entienda, que me lo explique. Esa noche no puede dormir, porque el efecto hipnótico o mensaje subliminal de la escenografía. He escogido estas actuaciones ya que son los festivales que llevo vistos fuera de España, para que nadie me diga eso de que el deporte favorito de los españoles es criticar, que lo es. Pero estando fuera de España, pues se suaviza ese deporte nacional…

Por último, mucho me temo que para bien o para mal el año que tocan los Auryn… Lo veremos dentro de un año… Junto a las serpientes de verano (u otoño, o invierno) de Chenoa y Malú. Y sí, José María Íñigo es un buen cronista musical, pero no me gusta como comentarista eurovisivo. Esperemos que saquen de donde esté escondida a Beatriz Pécker, que se la echa de menos.